Esteban Loaiza con los Grandes
Por
Rommel García Beristáin
Tal vez cuando usted esté leyendo estas líneas, el serpentinero de los Yanquis de Nueva York,
Esteban Loaiza ya habrá obtenido la victoria número 100 en su exitosa carrera, una trayectoria que puede describirse tan sólo en cinco palabras: De la Alemán al Bronx.
Por supuesto que en la década de los 80, cuando Esteban se iniciaba en el beisbol infantil de Tijuana, ni él ni sus padres, doña Socorro y don Luis Alonso se imaginaron que su vástago rompería con todos los cánones llegando a la catedral del beisbol, "La Casa que Babe Ruth construyó".
Claro que habrá muchos aficionados que no comulguen con los Yanquis, y hasta los acusen de soberbios, pero las estadísticas los ubican como la mejor novena en el beisbol de las Grandes Ligas y a ese equipo sólo los ungidos por los dioses tienen aspiraciones de llegar.
Loaiza se inició modestamente en las ligas infantiles de Tijuana y al madurar como pelotero, se paseó por los campeonatos estatales y nacionales enfundado en la franela de la Liga Municipal, circuito que no disimula su orgullo porque el nativo de la colonia Alemán haya pasado por sus filas.
Sin embargo, las cosas no han sido fáciles para Esteban, pues contrario a lo que ha ocurrido con otros peloteros tijuanenses que han arribado al mejor beisbol del mundo, a él le tocó ir a sufrir en serio en la Liga Mexicana de Beisbol, en donde se cuajan los grandes; el camino más tortuoso.
Esteban fue firmado en el profesionalismo por los Diablos Rojos del México y éstos, haciendo usos de sus derechos y debido al convenio con los Piratas de Pittsburgh en Grandes Ligas, negociaron para que el serpentinero llegara a la gran carpa y en su momento debutara con los bucaneros.
Los altibajos en la carrera de Esteban llegaron, como llegan a todos los peloteros, pero su entrega y dedicación, además del apoyo de sus seres queridos hizo posible que se levantara y aun cuando tuvo que ir a tocar puertas, no escatimó el esfuerzo, que fue coronado con un contrato de Liga Menor con Medias Blancas de Chicago.
En 2003, Esteban jugó con los patipálidos, aceptando un contrato con todas las desventajas del mundo, pero encarrerado como estaba en levantar el vuelo, se metió de lleno al entrenamiento y sus esfuerzos properaron, logrando esa campaña un total de 21 victorias, con lo que acarició el trofeo "Cy Young".
Aunque el pelotero fue considerado por los expertos para la nominación como el mejor serpentinero de la Liga Americana, a Esteban le faltó una victoria para lograr el codiciado trofeo, pero aunque él mismo no se dio cuenta, Joe Torre, manejador de los neoyorquinos ya le había echado el ojo.
Y es que un equipo grande, aspira a tener peloteros de gran corazón y a Esteban los neoyorquinos le vieron espolones para enfundarse en el uniforme que jugadores de la talla de Joe DiMaggio, Babe Ruth y muchos más, han portado con gran orgullo.
Independientemente de lo que suceda, a Esteba Loaiza le quedará una cosa que pocos peloteros pueden presumir, independientemente de cual sea su nacionalidad, a los orgullosos Yanquis sólo llegan los que son grandes
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